La enfermedad de Hansen y su historia milenaria de miedo y discriminación tienen consecuencias que van mucho más allá de las secuelas fÃsicas, causando comúnmente sufrimiento, comprometiendo las relaciones sociales y el bienestar psicológico de los afectados, y requiriendo un manejo clÃnico multidisciplinario y multiprofesional (1). En la década de 1980, durante la aplicación de la terapia multimedicamentosa (MDT) para el tratamiento de la enfermedad de Hansen, se publicaron los primeros artÃculos cientÃficos en los que se destacaba la necesidad de prestar especial atención a la salud mental de las personas con enfermedad de Hansen (2.3). Los cambios psÃquicos están Ãntimamente relacionados con el temor al sufrimiento fÃsico y a la desfiguración del cuerpo, y con el estigma social relacionado con la enfermedad de Hansen. Este último puede generar un proceso de desprendimiento social y debilitamiento de los lazos afectivos con la familia y los amigos, y reducir las oportunidades futuras de establecer redes sociales (4). Además, puede restringir drásticamente el desarrollo personal y profesional, asà como el establecimiento de relaciones interpersonales y la consiguiente generación de descendientes. El diagnóstico de la enfermedad de Hansen suele provocar aprehensión y ansiedad en el paciente y sus familiares, asà como un sentimiento de impotencia para hacer frente a una enfermedad contagiosa marcada históricamente por los preconceptos y la exclusión. Asà pues, el diagnóstico de la enfermedad puede representar un importante factor de riesgo para la aparición de trastornos mentales en personas con predisposición biológica y el curso de su evolución clÃnica puede persistir como factores de estrés crónico, contribuyendo negativamente a la recuperación y el mantenimiento del bienestar psÃquico (5).
El propio diagnóstico de enfermedad de Hansen, como ocurre con otras enfermedades tropicales desatendidas en Brasil, también puede significar para el individuo la concretización del abandono y la marginalización por parte de las autoridades públicas y la sociedad (6).
La evaluación adecuada del estado mental en el contexto de la vida de la persona afectada por la enfermedad de Hansen es esencial para determinar su comprensión de la enfermedad y las perspectivas de tratamiento, asà como sus temores y expectativas, teniendo en cuenta la etapa clÃnica en que se encuentra la enfermedad y más allá de las formas en que ésta se ha desarrollado y aceptado. La evaluación psiquiátrica debe ser constante, a tiempo con el seguimiento clÃnico, porque la comorbilidad contribuye a la reducción de la confianza en sà mismo y, especialmente, en el cuidado de sà mismo, y puede interferir de forma deletérea en la evolución de la enfermedad (8). Además, los estados depresivos y de ansiedad pueden comprometer aún más la capacidad interactiva y el bienestar social de estas personas (9). Sin embargo, el diagnóstico y el tratamiento de los trastornos mentales se ven obstaculizados por barreras de infraestructura como la escasa disponibilidad y la dificultad de acceso a los servicios públicos de salud mental y la valoración de los sÃntomas fÃsicos por encima de los psicológicos y de comportamiento (4). AsÃ, en las comorbilidades de la enfermedad de Hansen y los trastornos mentales, la discriminación, los preconceptos y la estigmatización que históricamente marcan a ambos se condensan doblemente.
Los trastornos mentales comunes son más frecuentes en las personas afectadas por la enfermedad de Hansen que en la población general, habiéndose identificado en 41,9% (6) y en 70,4% (7) de dos muestras clÃnicas, siendo más frecuentes entre las pacientes femeninas. La depresión es el trastorno mental que se diagnostica con más frecuencia entre las personas afectadas por la enfermedad de Hansen y es más frecuente cuando hay deformidad fÃsica, aislamiento social e incapacidad para realizar las actividades cotidianas. El trastorno dismórfico corporal también se ha observado entre los pacientes con mayor discapacidad y entre los que han desarrollado deformidades fÃsicas (4). También se han notificado altas tasas de intentos de suicidio y suicidios (2,9). Los sÃntomas de ansiedad están presentes desde las primeras etapas clÃnicas en vista de las preocupaciones y dificultades asociadas con el diagnóstico de la enfermedad de Hansen (10). Los cambios especÃficos de humor como la tristeza, la apatÃa, la baja autoestima y la imagen negativa de sà mismo, asà como los sentimientos de soledad, también son frecuentes entre las personas afectadas por la lepra. La autolesión puede estar asociada a sentimientos de culpa, angustia o vergüenza, y a deseos de autocastigo y de escapar de los problemas cotidianos impuestos por la enfermedad (10). La falta de conocimientos sobre la enfermedad de Hansen en la población en general produce un concepto erróneo sobre la enfermedad, generando acciones discriminatorias que son la génesis de un comportamiento negativo para reducir la autoestima, la confianza en sà mismo, el respeto a sà mismo, la capacidad de cooperación, la oportunidad de conseguir un trabajo, (8). Todos estos factores también se ven amplificados por la presencia de deformidades fÃsicas. (11)
Los efectos adversos de la terapia multimedicamentosa (MDT) también pueden tener un impacto perjudicial en la salud mental de los pacientes de enfermedad de Hansen. La dapsona puede promover manifestaciones neuropsiquiátricas como la psicosis, el dolor de cabeza y la fatiga (12). La prednisona en dosis elevadas, utilizada durante mucho tiempo para tratar las reacciones hansenicas, puede desencadenar trastornos mentales como cambios de humor, con agitación psicomotriz, irritabilidad y insomnio, en casos más graves, depresión con sÃntomas psicóticos. Además, la clofazimina provoca cambios en el color de la piel (4), que se reconocen en muchas comunidades como indicadores de tratamiento y, por lo tanto, de enfermedad. Aunque esas manchas de óxido son temporales, pueden causar temor y aprensión en los pacientes, los familiares y los contactos sociales, y pueden tener un fuerte impacto en la autoestima y las relaciones sociales.
Un enfoque multiprofesional de los pacientes con enfermedad de Hansen, incluida la atención de la salud mental, es esencial para garantizar el diagnóstico temprano, el tratamiento adecuado y la rehabilitación psicosocial asistida de las personas afectadas por la enfermedad de Hansen mediante una atención psiquiátrica integral (8).Â
Se han adoptado algunos enfoques para aliviar el sufrimiento psÃquico de las personas con enfermedad de Hansen. Entre ellas, la promoción de talleres terapéuticos (1) ha demostrado ser eficaz para reducir los sÃntomas depresivos y mejorar la calidad de vida. Asà pues, los talleres trataron de rescatar la experiencia y la autonomÃa de los pacientes, con el fin de hacer frente al estigma, recuperar la imagen de sà mismo y resignificar la historia de la vida. Se deben prescribir tratamientos farmacológicos con fármacos psicotrópicos para los trastornos de ansiedad y depresión y la evolución clÃnica, acompañados de profesionales capacitados. Las intervenciones cirúrgicas reconstructivas (10) han sido significativamente eficaces para reducir el sufrimiento mental y el estrés psicológico de las personas afectadas por la enfermedad de Hansen con deformidades fÃsicas instaladas. Estas cirugÃas ayudan a recuperar los aspectos funcionales y estéticos y reducen los indicadores explÃcitos de la enfermedad, reduciendo el estigma y contribuyendo a mejorar la calidad de vida y la autoestima. Aun asÃ, el seguimiento psicológico posquirúrgico sigue siendo esencial para reducir las inseguridades y facilitar la resocialización.
También desde el punto de vista de la salud mental, la enfermedad de Hansen puede considerarse una enfermedad desatendida. TodavÃa queda mucho por hacer para mejorar la atención de la salud mental de las personas afectadas por la enfermedad de Hansen en Brasil y en el mundo.
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